sábado, 24 de marzo de 2007

Porthos


Me dicen que te has muerto, pero creo que no tienen razón. Todavía puedo escuchar tus patas atolondradas bajando las escaleras y tus ladridos cuando suena el timbre. Como lo hago desde hace diez años, todavía levanto los cojines de los muebles para que tú, pendenciero, no te eches a dormir en el juego de sala de la vieja. Aún siento que llegarás a saludarme en medio de la madrugada, entre dormido y despierto, al sentirme llegar a casa, tarde, como siempre. Anoche hasta escuché como roncabas debajo de mi cama. Bajé la mano para acariciar tu cabezota, pero sólo sentí el frío del piso que me hizo recordar que cuando un tumor hace metástasis en el cuello de un perro cualquier esfuerzo es inútil. Y me volví a dormir. Quizá para no llorar, quizá para poder acariciarte en un sueño. Un sueño que me diga que es mentira que estás enterrado en mi jardín.

2 comentarios:

Carlos dijo...

Se que quiza no nos conocimos tanto, salvo las veces en que iba a molestar a mi amigo Julio , pero se que debio ser toda una vida llena de felicidad al lado de tan buena familia,y creo que mas aun al lado de un gran amigo como lo es Julio,algun dia se volveran a encontrar y seguramente saldras corriendo a su encuentro....

Anónimo dijo...

Uyy brother...si t cntara, cuantos perros c m han muerto, y cuantas vcs e llorado por ellos, peor aun , cuando s uno k tiens mucho tiempo, s dificil,pero solo el recuerdo d las cosas chvres k pasast cn el, s tu unico alivio...XD

Los Dos

Los Dos
" Jesus los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir" (Lc 10, 1).

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